Escribía esta semana el periodista José Antonio
Zarzalejos que la estrategia del Gobierno y de los partidos no nacionalistas
ha consistido únicamente en creer que las contradicciones internas del
nacionalismo catalán acabarían con la reclamación independentista. En efecto,
llama poderosamente la atención que ni siquiera durante el último año, cuando
ha resultado más evidente el cariz que tomaban los acontecimientos, se haya planteado ninguna acción política
digna de tal nombre para contrarrestar el ya viejo cúmulo de falsedades
históricas y económicas en las que se ha sustentado el fuerte crecimiento del
secesionismo en la vecina comunidad autónoma. La mayoría silenciosa de la que
hablaba el otro día la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría agradecería a
buen seguro que se explicitaran adecuadamente los argumentos que existen en
favor del unionismo, de la permanencia de Cataluña en España. Por acción de
unos y omisión de otros, la deriva independentista se ha convertido en un
problema político de primera magnitud, porque ha polarizado a la sociedad
catalana, porque genera tensiones imprevisibles con el resto de los territorios
y porque dirige las demandas de quienes se manifestaron el día once hacia un
callejón de muy difícil salida: ¿de verdad cree alguien que es posible un
referéndum –y no hablo únicamente de su inconstitucionalidad– en el que solo
una pequeña parte de los españoles decida el futuro de todos ellos? Más nos valdría buscar una rápida y razonable
salida del laberinto.
Heraldo de Aragón - 15/09/2013
Jesús F. Frago
lunes, 16 de septiembre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
A vueltas con las palabras
O sea que septiembre no son solo los días
suaves en los que la dureza del sol estival o se aplaca en atardeceres dorados
de chaqueta y paseos plácidos o se diluye en tormentas que alejan
definitivamente el calor del verano. Septiembre ya no es únicamente aquel
bullicio amable de la vuelta al colegio de los tiempos felices, sino este agobio
de las familias con dificultades económicas para pagar los libros de sus hijos
o el comedor escolar y la incertidumbre de los maestros sin plaza que revisan
las listas semanales de vacantes en busca de un puesto de trabajo que no
siempre llega. Septiembre es también la matraca de todas las palabras
lacerantes que alguien trató de disipar en
el sopor de agosto, pero que rebrotan con fuerza porque siempre han estado allí
–paro, crisis, corrupción, desigualdad–, o porque regresan de pronto como
fantasmas del pasado: retornan los rumores de un nuevo rescate a Grecia, el
tercero, y a propósito de las matanzas en Siria oímos hablar del gas sarín, de la
Guerra Fría y del declive de Europa y de las Naciones Unidas. Dice Mario
Benedetti que «la palabra es tan libre que da pánico» y añade que puesto que «besa
y muerde mejor la devolvemos al futuro». Hagámoslo, pues, y cuando lleguemos a
ese porvenir que nos aguarda tal vez la palabra que hiere esté ya domesticada.
A ver si hay suerte y todas esos verbos que hoy nos nublan la vista se han
transformado en voces de prudencia, de calma y de esperanza. Después de todo,
tenemos derecho a soñar con un mañana mejor.
Heraldo de Aragón - 08/09/2013
lunes, 2 de septiembre de 2013
Luces y sombras
Entre los muchos atractivos que atesora la
ciudad de Jaca uno de los más sobresalientes es el Museo Diocesano, en la
catedral de San Pedro, que alberga una de las más bellas colecciones de pintura
románica de Europa y otras destacadas muestras de arte medieval. Un recorrido
por las salas de ese centro, que justifica por sí solo una visita a la capital
de la Jacetania y que está dirigido por Belén Luque, llevará al viajero hasta
un pasado remoto que alumbró el primer estilo artístico europeo. Al mismo tiempo,
le permitirá sumergirse en una parte de la vida cotidiana de nuestros
antepasados. Citaré tres piezas: los frescos de la sala Bagüés, la verja de la
ermita de Iguazel y el capitel del Rey David y los Músicos, un delicioso ejemplo
de la rica colección de capiteles que atesoran las naves de la seo jaquesa. El
Museo Diocesano forma parte destacada de lo que podríamos denominar las luces
de nuestro patrimonio histórico y cultural, porque su existencia es fruto de
una serie de decisiones que, tomadas a tiempo, salvaron de la destrucción unos
cuantos conjuntos murales. Pero también existen sombras: las que arrojan otros
cuando retienen obras que no les pertenecen, como hace Cataluña con los bienes
religiosos del Aragón oriental, y las que proyectamos nosotros mismos, cuando
no prestamos a nuestro patrimonio la atención que se merece. Ya que hablamos del
románico, citaré la extraordinaria
portada sur de la iglesia de Santa María de Uncastillo, cuyo estado de
conservación reclama una atención urgente.
Heraldo de Aragón - 01/09/2013
lunes, 26 de agosto de 2013
Una sociedad segura
No es necesario ser un experto en derecho para
llegar a la conclusión de que el auto del magistrado que investiga el accidente
del tren Alvia que costó la vida a 79 personas en julio pasado está cargado de
sentido común, esa capacidad de discernimiento que tanto escasea entre
nosotros. Como todo el mundo sabe, el juez Luis Aláez considera que la causa
esencial de aquel terrible descarrilamiento fue la conducción inadecuada del
maquinista por exceso de velocidad. Sin embargo, vincula también la catástrofe
a la falta de medidas de seguridad preventivas en el tramo donde se produjo la
catástrofe y a la «conducta imprudente de las personas responsables de
garantizar una circulación segura» en la zona indicada. Ignoro en qué se
sustanciará finalmente la «imprudencia punible» que, de manera preliminar se achaca
al ADIF, pero consuela comprobar que también en sede judicial hay quien va más
allá de la actuación a todas luces imprudente del desafortunado maquinista. Después
de todo, ¿qué clase de seguridad sería la que nos garantizan los servicios
ferroviarios de este país si en curvas como la de A Grandeira la vida de las
miles de personas que pasan por ellas quedara supeditada exclusivamente al
albur de un fallo humano? Antes de la crisis tal posibilidad nos hubiera
parecido inadmisible e impropia de una sociedad moderna y democrática. Así
debería ser ahora también. No dejemos que la depresión, que tantas cosas se ha
llevado, nos arrebate nuestro derecho a vivir en una sociedad fiable y avanzada.
Heraldo de Aragón - 25/08/2013
lunes, 19 de agosto de 2013
Atardecer de agosto
Sentado a la fresca del atardecer en cualquier
lugar del solar patrio, en una terraza frente al mar o tal vez en la plaza
ensimismada de un pueblo, en amena conversación con los amigos y con una
cerveza en la mano, el tiempo transcurre despacio, avanza con la parsimonia que
nutre las cosas que merecen la pena. Parece, esta vez sí, que el mundo es
redondo y calmo y que tiene la serena placidez de la época de la inocencia si
es que esta ha existido alguna vez. El puente de agosto es esta quietud que
nace de la despreocupación de las vacaciones de verano, de los días de asueto, como
si las noticias que publican los periódicos o las historias que cuentan los
informativos de la televisión fueran un mal sueño, una pesadilla tan enojosa e
impertinente como pasajera. Y sin embargo, hay una realidad machacona y
desagradable que convive con nuestras charlas apacibles, con nuestros paseos
matutinos y las sobremesas de café y guiñote o de hamaca y siesta. Hay un mundo
que se resquebraja en Egipto poniendo fin, de manera sangrienta, a las
esperanzas democratizadoras que había despertado la Primavera Árabe. Y hay un
mundo cercano y farsante que se nutre de historias viejas como esa que rodea el
caso Bárcenas y la financiación presuntamente ilegal del PP, o la otra, más
próxima todavía, que llena de dudas y de sombras el futuro de Plaza, la
plataforma logística en la que tantas esperanzas ha puesto Aragón. Y es que hasta
al sopor dulce de los crepúsculos del estío llega el hedor insoportable de las
miserias humanas.
Heraldo de Aragón - 18/08/2013
lunes, 12 de agosto de 2013
Salarios
A bote pronto, es difícil aventurar hacia
donde camina el mundo (ese ascenso de
los países del Sur que explicaba no hace mucho un informe del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo) ni las consecuencias últimas de los cambios
en la estructura del poder económico mundial. Pero, incluso desde el rincón más
alejado de los centros donde se sustancia ese poder, se puede intuir que la
incapacidad del Norte para dar respuesta adecuada a la ruina económica tiene mucho
que ver con su pérdida creciente de influencia planetaria, con el cambio de
polaridad que tantos vaticinan. Después de largo tiempo, la persistencia de la
crisis solo puede entenderse por la falta de acierto en las políticas que
tratan de sacarnos del pozo. El FMI, que en junio pasado lamentaba el excesivo
impacto de los programas de austeridad en el bienestar de los ciudadanos, da
uno de sus conocidos bandazos y propone ahondar en la herida con una rebaja
cierta de salarios, otra más, a cambio de una hipotética creación de empleo. La
Comisión Europea, por boca de su vicepresidente económico, el finlandés Olli
Rehn, se ha apresurado a aplaudir una medida que volvería a cargar los efectos
de la recesión sobre las espaldas de las empobrecidas clases medias. Causa
frustración que Europa tan solo haga planes testimoniales de estímulo al
crecimiento y es muy lacerante que los ajustes, que tanto sufrimiento provocan,
sean ideados por tipos que cobran abultados salarios y ven la riada desde sus
despachos. Cómodamente resguardados en ellos.
Heraldo de Aragón - 11/08/2013
Heraldo de Aragón - 11/08/2013
lunes, 5 de agosto de 2013
Pobre resultado
Toda la responsabilidad política derivada del caso Bárcenas puede
resumirse en dos de las frases solemnes que Rajoy pronunció el jueves. Una, sorprendente por inesperada en su primera parte: «Cometí el error de creer a un
falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable». Y otra,
rotundamente previsible: «No voy a dimitir y no voy a convocar elecciones
anticipadas». En esto se sustancia uno de los casos de corrupción más sonados
de la vida política española. Rajoy acudió al debate del Congreso en el Senado
movido por dos urgencias: la de hacer frente a los daños que este escándalo
causa a la imagen exterior de España en plena lucha por salir de la recesión y
la de devolver la calma a su partido, muy tocado por las revelaciones de
Bárcenas, especialmente por la historia de los SMS. El empuje parlamentario del
presidente ha servido, al parecer, para conseguir este último objetivo, pero
ninguna de las dudas que existían antes han quedado despejadas: se mantienen
las mismas sospechas sobre la financiación ilegal del Partido Popular durante
las dos últimas décadas y sobre el cobro de sobresueldos en negro por parte de
destacados dirigentes populares, incluido el propio Rajoy a pesar de su rotundo
desmentido. Lamentablemente, el debate ha confirmado la ruptura de relaciones
entre el PP y el PSOE cuando más falta hacen los pactos y ha dejado flotando en
el aire la idea profundamente desestabilizadora de que la corrupción política
no tiene remedio en este país.
Heraldo de Aragón - 04/08/2013
Heraldo de Aragón - 04/08/2013
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